Coprofagia (ingesta de heces)

Enfermedades

La Coprofagia es un trastorno de conducta que implica la ingestión de heces. No es rara en la población canina.

Los perros pueden ingerir de modo selectivo sus propias heces, las de otros perros, heces felinas, o pueden ingerir cualquier tipo de heces que puedan encontrar.

Realmente esta acción resulta muy desagradable para las personas, no obstante para ellos probablemente no sea así.

El problema se suele observar en los cachorros, pero la mayoría finalmente lo supera con la edad.

Los cachorros a veces imitan a la madre en esta conducta, ya que es natural que las perras adultas ingieran las heces de sus propios cachorros (todas las demás formas de Coprofagia se consideran anómalas); en ellos esta conducta es normal siempre que sea ocasional, por lo que hay que vigilarlos para evitar que lleguen a adquirir esta costumbre.

La causa más remota de la Coprofagía en perros adultos siempre ha sido difícil de determinar.

Algunos opinan que el problema es conductual (patológico) mientras que la investigación reciente ha propuesto que pueda haber un componente orgánico (funcional).

Se cree que esta conducta se da en los animales de compañía que tienen buen apetito y están sometidos a una dieta restringida; también la falta de nutrientes esenciales, especialmente de vitaminas puede inducir a la coprofagía o porque tengan elementos que a ellos les gusten (como las heces de herbívoros, que son ricas en fibras y en vegetales, o las de gato, que tienen muchas proteínas).

También se cree que si a un perro se le refriega el hocico contra las heces como castigo por haber defecado fuera de lugar -acción errónea- puede suceder que se las coman para esconderlas y así evitar el castigo.

Los teóricos en la materia adjudican esta costumbre a la herencia de la especie, a razones fisiológicas o funcionales (problemas pancreáticos), psicológicas (stress, aburrimiento, síndrome de privación y en la depresión del abandono) o de educación (inducción de malos hábitos).

Comparando esta conducta con la misma en los humanos, se podría inferir que posiblemente se trate de una patología del comportamiento, pero es más que todo una conducta ingestiva, mas o menos dañina y desagradable para nosotros.

Si bien es cierto que ésta es una conducta natural, debe tenerse en cuenta que no es inofensiva, sino todo lo contrario, es la vía más frecuente de contagio de parásitos y bacterias.

Tratamiento

Las modificaciones ambientales constituyen la mejor oportunidad del éxito terapéutico.

•Primero consiste en impedir que los animales tengan acceso a las heces. El jardín se debe limpiar asiduamente y sin que el perro lo vea.

•En los paseos el perro debe ir sujeto con una correa y si intenta oler o ingerir las heces de otros perros se le debe administrar un castigo positivo o sea una corrección verbal severa (¡NO!) y al mismo tiempo se da un tirón rápido de la correa.

•Si el animal está suelto es eficaz el lanzamiento cerca del animal de algún objeto (la correa, agua) para disuadirlo cada vez que intente comer heces.

También la aplicación con un pincel de sustancias como tabasco o pimienta en las heces que haya en su paseo habitual, hará que el animal viva una mala experiencia al querer comerlas.

•Mantenerlo ocupado con estimulantes juguetes es otra forma de evitar que salga en busca de excrementos para oler e ingerir.